OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

HISTORIA DE LA CRISIS MUNDIAL

   

 

LA REVOLUCION CHINA

 

La revolución china constituye el signo más extenso y profundo del despertar del Asia. Un pueblo de 400 millones de hombres, a través de este proceso lleno de alternativas y complicaciones, se esfuerza por encontrar la vía de su emancipación.

Hasta sus primeros contactos con la civilización occidental, la China conservó sus antiguas formas políticas y sociales. La civilización china, una de las mayores civilizaciones de la historia, había arribado ya al punto final de su trayectoria. Era una civilización agotada. El contacto con el Occidente, fue más bien que un contacto, un choque. Los europeos entraron en la China con un ánimo brutal y rapaz de depredación y de conquista. Para los chinos era ésta una invasión de bárbaros. Las expoliaciones suscitaron en el alma china una reacción agria y feroz contra la civilización occidental y sus ávidos agentes. Provocaron un sentimiento xenófobo en el cual se incubó el movimiento boxer,1 que atrajo sobre la China una expedición marcial punitiva de los europeos dirigida por el general alemán Wal­dersee.

Pero la invasión de las potencias occidentales no llevó sólo a la China sus ametralladoras y sus mercaderes sino también sus máquinas, su téc­nica y otros instrumentos de su civilización. Pe­netró en la China el industrialismo. A su influjo la economía y la mentalidad chinas comenzaron a modificarse. Al mismo tiempo, miles de chinos salían de su país, antes clausurado y huraño, a estudiar en las universidades europeas y ameri­canas. Adquirían ahí ideas, inquietudes y emocio­nes que se apoderaban perdurablemente de su inteligencia y de su psicología.

La revolución aparece, así, como un trabajo de adaptación de la política china a una economía y una conciencia nuevas. Las viejas instituciones no correspondían, desde hacía tiempo a los nuevos métodos de producción y las nuevas formas de convivencia. La China está ya bastante poblada de fábricas, de bancos, de máquinas, de cosas y de ideas que no se avienen con un régimen patrialcalmente primitivo.

La revolución china principió formalmente en octubre de 1911, en la provincia de Hu-Peu. La dinastía manchú se encontraba socavada por los ideales liberales de la nueva generación y desca­lificada, —por su conducta ante la represión eu­ropea de la revuelta boxer—, para seguir repre­sentando el sentimiento nacional. No podía, por consiguiente, poner una resistencia seria a la ola insurreccional.

En 1912 fue proclamada la república. Pero la tendencia republicana no era vigorosa sino en la población del Sur, donde las condiciones de la propiedad y de la industria favorecían la difusión de las ideas liberales sembradas por el doctor Sun Yat Sen y el Partido Kuo-Min-Tang. En el Norte prevalecían las fuerzas del feudalismo y el mandarinismo. Brotó de esta situación el go­bierno de Yuan Shi Kay republicano en su for­ma, monárquico y «tuchun»2 en su esencia. Yuan Shi Kay y sus secuaces procedían de la vieja clientela dinástica. Su política tendía hacia fines reaccionarios. Vino un período de tensión extre­ma entre ambos bandos. Yuan Shi Kay, final­mente, se proclamó emperador. Mas su imperio fue muy fugaz. El pueblo insurgió contra su am­bición y lo obligó a abdicar. La historia de la re­volución china fue, después de este episodio, una sucesión de tentativas reaccionarias prontamen­te combatidas por la revolución. Los conatos de restauración eran invariablemente frustrados por la persistencia del espíritu revolucionario. Pasa­ron por el gobierno de Pekín diversos «tuchuns». Creció, durante este período, la oposición entre el Norte y el Sur. Se llegó, en fin, a una completa Recesión. El Sur se separó del resto del imperio en 1920; y en Cantón su principal metrópoli, an­tiguo foco de ideas revolucionarias, conctituyóse un gobierno republicano presidido por Sun Yat Sent. Cantón, antítesis de Pekín, y donde la vida económica había adquirido un estilo análogo al de Occidente, alojaba las más avanzadas ideas y los más avanzados hombres. Algunos de sus sin­dicatos obreros permanecían completamente bajo la influencia doctrinal del partido Kuo-Min-Tang; pero otros adoptaban abiertamente la ideología socialista.

Durante algunos años se dividieron el dominio de la China tres fuerzas: la nacionalista revolu­cionaria de Sun Yat Sen, la militar y optimista de Wu Pei Fu y la feudal y reaccionaria de Chang So Lin. La primera tenía sus bases en Cantón, la segunda gobernaba desde Pekín el centro del país y la tercera controlaba la Manchuria. Wu Pei Fu, que se presentó al principio como un po­lítico progresista y democrático, se manifestó luego completamente influido por los elemen­tos conservadores de Pekín, y, sobre todo, por la política y la finanzas británicas. Derrotado por el reaccionario Chang So Lin, con el con cur­so, de los revolucionarios del Sur, desapareció luego casi completamente del escenario po­lítico como figura de importancia. El Küo-Min-Teng aprovechó este momento pera llevar su ac­ción a Pekín, donde Sun Yat Sen fue recibido con entusiasmo. Se destacó en la lucha que pre­cedió estos cambios, el general cristiano Fen Yu Hsing que conserva hasta hoy en la China na­cionalista su zona de influencia. Y el Kuo-Min-Tang asumió un carácter cada día más revolu­cionario, al impulso de las masas obreras y cam­pesinas que se movían bajo sus banderas,

Chang So Lin no tardó en encabezar una nue­va ofensiva reaccionaria. La posesión de Pekín engrandeció extraordinariamente su autoridad. El Kuo-Min-Tang, que perdió a su jefe Sun Yat Sen, siguió confinado en las provincias del Sur. Pero precisamente en este tiempo en que un ré­gimen reaccionario y dictatorial afirmó su auto­ridad en la China del Norte y del Centro, la cre­ciente revolucionaria alcanzó su máximo nivel. Chang So Lin fracasó en su intento de unificar la China bajo su comando. Los nacionalistas toma­ron entonces victoriosamente la ofensiva.

Una nueva fase de la revolución empieza con el golpe de estado del jefe nacionalista Chang Kai Shek, después de la captura de Shangai, que marcaba un momento culminante de la revolución. Desde entonces el Kuo-Min-Tang ha entrado en un período de crisis. Los jefes militares han hecho, de una parte, todo género de concesiones a la diplomacia imperialista; y de otra parte, han reprimido implacablemente como los peores «tuchuns» a las masas obreras y campesinas revolucionarias. La revolución se ha detenido en su etapa burguesa y militar. Muerto Chang So Lin, los jefes nacionalistas han logrado unificar, casi totalmente, la China bajo su dominio.

 


NOTAS:

1 El movimiento boxer fue animado por una organización campesina, que demandaba reformas de carácter demo­crático. Pero la Inepta dinastía reinante tuvo miedo a los posibles desbordes del movimiento, y por segunda vez buscó el auxilio de las potencias imperialistas, que ya habían contribuido a reprimir la rebelión Taiping, y que recientemente habían acentuado su penetración al establecer el sistema de las concesiones territoriales. El sentimiento anti-extranjero —alentado por el recuerdo de hechos tan ominosos como la «guerra del opio», la ac­ción armada contra la rebelión Taiping y las frecuentes depredaciones— reforzó entonces el movimiento boxee, dándole carácter patriótico.

En los manuales de Historia se conoce con el pomposo nombre de guerra de los boxer (1900-1901) a la lucha ar­mada contra los inermes demócratas y patriotas chinos, llevada a cabo por ejércitos de las potencias imperialis­tas —Inglaterra, Alemania, Italia, Francia, Rusia y Ja­pón— con la franca simpatía del impopular gobierno im­perial de China. Irónica y despectivamente la califica José Carlos Mariátegui como «expedición marcial puniti­va de los europeos». y de ella parte para explicar la pos­terior transformación espiritual de China y los progresos del movimiento democrático (A.T.).

2 Gobernador militar. En el período intermedio entre el derrocamiento de la monarquía y la organización de la república, la dirección de las provincias estuvo a cai­go de gobernadores militares que, en determinados mo­mentos, hicieron valer su fuerza para pasar por el go­bierno de Pekín. En consecuencia; cuando José Carlos Mariátegui agrega que pasaron por el gobierno de Pekín diversos «tuchuns», debe entenderse que éstos servían a las fuerzas conservadoras para contener o desviar loa im­pulsos democratices de la revolución. (A.T.).